Lagos de Sanabria; un lugar donde parece que el tiempo no pasa. Donde sus calles empedradas y pronunciadas, dan paso al viajero entre casa de piedra y calles medievales. En lo más alto de esta loma, se encuentra el castillo de Sanabria, vigilante en el tiempo, donde antaño defendía de los ataques de los invasores. Con la idea de permanecer algunos días en este lugar, decidimos buscar algún lugar para pasar esos días y que mejor que alquilar una de las muchas cabañas de madera que existen en los lagos de Sanabria.


CASA DEL LAGO EMBARCADERO DE LAGO
La primera visita obligada era el pueblo de Sanabria y sus alrededores, la vieja estación de tren, al iglesia situada a los pies de esta fortaleza y como no, el fabuloso castillo, el cual se conserva en buen estado después de la última restauración. Podemos apreciar en el casco antiguo, las antiguas casa de piedra, alguna de ellas con su escudo y otros han tenido que ser restaurado. Una pequeña ermita del año 1870 creo recordar junto a una tienda de suvenir, la fuente que da pie a la cuesta que nos lleva entre sus callejuelas y nos dejan ver en todo su esplendo y hacernos revivir de alguna forma la vida que en aquellos tiempos transcurría diariamente.
Una vez llegado a la parte alta del pueblo y después de ascender por una de las calles empedradas y cuesta arriba, nos encontramos con el ayuntamiento y alguno que otro hotel restaurante, no podemos pasar desapercibido la Iglesia de Nuestra Señora del Azogue es la principal iglesia junto al castillo la cual fue construida a finales de siglo XII, aun posee grandes rasgos de la época, como son los laterales de la nave y los capitales románicos de la puerta que se encuentran en muy buen estado de conservación y de la puerta en donde aparecen temas bíblicos como Adán y Eva y que le dan al edificio una magia especial.
ESCUDO EN UNA FACHADA ENTRADA A LA IGLESIA
Pero, sin duda, lo más llamativo que todavía conserva esta iglesia son las figuras humanas situadas en los fustes y que van vestidas con trajes de la época. Es imposible no fijarse en ellas. Una de las cosas que nos llamo la atención son numerosas lápidas funerarias que se encontraban debajo del suelo de este templo y que se descubrieron en el año 1995.
Después de recorrer la parte antigua, nos dirigimos al castillo, un colosal gigante de piedra que resiste a las inclemencias del tiempo, donde en su interior guarda infinidad de leyendas, murmullos, traiciones y secretos. Con el equipo suficiente nos dispusimos a sacar la entra y recorrer tan majestuoso lugar cargado historia y porque no decirlo, de misterio. En el siglo XII, la villa ya contaba con el castillo pleno medieval. Una lista que aportaba Gómez Moreno se indicaba en ese años de 1132 con el conde Ponce Fernandizi y su hermano Xemeno y en el año 1150 ostentara el cargo de Roderico Pedri señor de “Sanabria et de Carvaleda”. Ya a finales de 1195, Alfonso IX organiza las funciones políticas, Jurídicas y económicas de Puebla de Sanabria.
Tras las disputas por el trono, entre el rey y su hermano Enrique, Puebla de Sanabria será donada por Juan I por los servicios prestados a la familia Losada. 1451 tras la guerra civil coetánea de Juan II, Doña Mayor Porras, madre y tutora de Marina de Losada, vende a Alonso de Pimentel, la mitad de Puebla de Sanabria y sus tierras, tomando entonces posesión de la fortaleza.
Sobre las seis de la tarde nos encontrábamos recorriendo el interior del recito donde podíamos ver laguna salidas al exterior las cuales estaban cerradas con grandes y gruesas puertas; en la parte de la muralla, había varios huecos con sus pequeñas ventanas donde se apostaban los centinelas, junto a estas murallas había algunas escalera estrechas las cuales conducían a los almenas y a los pasillos laterales al castillo. En Algunas de las dependencias que se encuentra fuera de la torre del homenaje, estaban destinadas para los cargos militares y tropas, hoy día se usan como museos y biblioteca.
No debemos olvidarnos de las mazmorras, hoy día se usa como sala de proyecciones. Antes de entrar a la torre, debemos subir unas escalinatas y pasar por una puerta en forma de arco y a continuación, pasar por un pequeño puente elevadizo. Una vez dentro, podernos ver algunas de las estancia que fueron usadas por los grandes nobles, algunos de los mueble que subsistieron a los villajes y saqueos, otra de ella están habilitadas como museos donde se puede ver los trajes de la época, las armas que se usaban, monedas y un largo historias. Las plantas están todas reformadas como biblioteca, salón de actos y exposiciones, la verdad que merece la pena visitar. Una vez en las almenas, se puede
ENTRADA AL CASTILLO TUMBAS EN LA IGLESIA
contemplar una maravillosa vista de todo el entorno de Sanabria, como decíamos al comienzo, no es de extrañar que la ubicación del castillo tenía que ser esa, desde allí, se puede divisar a cierta distancia la proximidad de cualquier enemigo que intentara amenazar dicho castillo, el cual se construir sobre un castro celta y como es costumbre en los enclaves medievales, surge una de las leyendas que mas me llamo la atención.
Hace muchos siglos, un buen día, pasó por estas tierras Cristo disfrazado de mendigo. Todos los habitantes le volvieron la espalda, a excepción de unas mujeres que hacían pan. Le echaron un pedazo más que creció en la tahona y fue imposible sacarlo. Ante tanta generosidad, el Señor hizo brotar el espectacular lago de Sanabria.
El primer lugar para comenzar las grabaciones, fue la biblioteca. Decir que en este caso solo disponíamos dedos grabadoras con micrófonos externos, cámara de fotos y video cámara, este era el pequeño equipo con el que íbamos a trabajar. En este primer intento por obtener alguna grabación, fue negativo, a lo cual no íbamos a desistir; a la vez que íbamos contemplado aquel gigante de piedra que hoy en día es visitado por los turistas y curios, el cual se adormece al caer la noche. No podíamos dejar de recrear en nuestra mente, como pudo haber sido en sus tiempos; soldados en las garitas y torreones, gente noble y hacendada andando por aquellos pasillos que solo hoy, son visitado y contemplados, -como decía- por los visitantes, el sonar de los cascos de los caballos sobre las calles empedradas y los colores de los estandartes ondeando al viendo.
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