La Biblia de Asturias vuelve a su tierra

La «Biblia de Danila» es «un perfecto trabajo de ingeniería» sobre pergamino. Lo dice con pasión el catedrático de Paleografía Latina de la Escuela Vaticana de Paleografía Diplomática, Paolo Cherubini, uno de los tres investigadores que trabajaron en la edición facsímil de la que es la Biblia visigótica más antigua que se conoce.

Una Biblia «asturiana», nacida en el siglo IX casi con toda seguridad en la Corte de Oviedo y bajo el reinado de Alfonso II el Casto. La edición fue presentada el pasado lunes coincidiendo con la clausura de los actos culturales del Año Santo 2010 y tiene para Asturias una importancia enorme. El códice original, escrito a tres columnas en latín bíblico con vulgarismos de la época que incluyen influjos arabizantes, se guarda desde el siglo XII en la abadía cisterciense de la Santísima Trinidad de Cava dei Tirreni, cerca de Salerno, al Sur de Italia.

La historia de Paolo Cherubini y la «Biblia de Danila» es la historia de un amor prolongado en el tiempo. Cuenta el paleógrafo que «tenía 26 años cuando me encontré con el códice que estaba conservado en muy buen estado en la caja fuerte del monasterio. Era un tesoro, y desde entonces lo estudio».

Un estudio planteado en hipótesis iniciales, muchas de las cuales han encajado en el molde de la teoría general sobre la Biblia: copiada en la primera mitad del siglo IX, con características de escritura inequívocas de tierras de España, con rasgos específicos en algunas letras que nos sugieren un escenario norteño y con algunas decoraciones que guardan relación con las del Prerrománico, a juicio del profesor Alfonso García Leal, quien estudió la ornamentación del códice. Todo ello sugiere un nombre: Alfonso II (762-842), rey desde el año 791 y promotor del I Concilio Ovetense en 812.

Esa es la fecha en la que parten las hipótesis. Quizá la «Biblia de Danila» haya sido un encargo del rey para la ocasión. O un regalo regio a la catedral de San Salvador -la génesis de ella, nada que ver con la actual catedral gótica ovetense-. Cherubini tiene claro que «es una Biblia muy importante realizada en un momento también importante. No es un hecho aislado, es un proyecto real» de una Corte relacionada con la de Carlomagno.

Hay que suponer que el Oviedo del siglo IX era sede de un scriptorium, un taller de copias capaz de afrontar una obra de estas características, pero -señalan los investigadores- del taller nada se sabe. Un taller de copistería implicaba, por lo general, la existencia de una escuela monástica o eclesiástica.

Lo más «asturiano» de la «Biblia de Danila» es la cruz patada del Reino de Asturias, figura que aparece en numerosas páginas del códice. La cruz de brazos iguales, que se estrecha en el centro.

Danila es el nombre de uno de los supuestos copistas, probablemente el jefe del taller, apunta Paolo Cherubini. Conocemos su nombre porque firmó su trabajo, en letras de plata, antes del Libro de Ezequiel: Danila Scriptor.

¿Quién era Danila? Nada se sabe. Cherubini y García Leal suponen que se puede tratar de un monje, pero sugieren que el trabajo, inmenso por otra parte, «cuenta al menos con dos copistas». En la segunda parte del códice se utiliza la letra «k», pero no en la primera, además de determinados rasgos gráficos que diferencian la escritura no a simple vista pero sí cuando se estudia con detenimiento el original.

Hay un posible segundo nombre, que aparece dentro de un medallón ornamental y complementario al texto: Ocedia. Pero Cherubini no se atreve a afirmar que sea la firma de ese segundo misterioso copista. Danila y Ocedia son, por supuesto, nombres masculinos, «de procedencia claramente germánica». El acabado en «a» que en la actualidad nos remite al femenino, no era así en los albores de la Edad Media, recordemos sin ir más lejos al rey Fruela (722-768).

Al margen de cuántas manos hayan intervenido en la realización del códice bíblico, los investigadores que firman el estudio anexo a la copia presentada el lunes afirman que «esto es un trabajo de años». Cherubini hace hincapié en algo que le parece sencillamente fantástico: «Fíjese en el texto de las columnas. Parece que está justificado», como si Danila y los suyos hubieran contado a comienzos del siglo IX con un programa informático al efecto. Cada línea está estudiada. «La programación general del texto ha tenido que llevar mucho tiempo».

Tiempo, trabajo y dinero. Los pergaminos de Danila provienen de piel de cabrito. Se calcula que fue necesaria la piel de unos 70 animales como materia prima.

Sabemos como ha llegado el códice a tierras italianas, de la mano directa o indirecta de un personaje cuando menos curioso. Se llamaba Mauricio Burdino, fue diácono de la sede de Toledo, obispo de Coimbra y arzobispo de Braga. Acabó convirtiéndose durante unos tres años en un belicoso Antipapa con el nombre de Gregorio VIII, pero sus días de gloria estaban contados y acabó rindiéndose a Calixto II, el Papa oficial.

Burdino fue encarcelado y pasó sus últimos años recluido en monasterios-cárceles hasta su fallecimiento en Salerno en 1137. Allí, muy cerca de Salerno, los monjes de la abadía de Cava dei Tirreni custodian la Biblia «asturiana» como su documento más valioso. Ellos permitieron la realización del trabajo fotográfico imprescindible para abordar desde 2007 el proyecto de la copia ahora presentada.

Oviedo
Un artículo de Paolo Cherubini en el año 1999 sobre la «Biblia de Danila» puso en guardia al historiador del arte César García de Castro, técnico de la Consejería de Cultura del Principado. El códice estaba datado en fecha algo posterior a la que Cherubini le concede ahora, esos primeros años del siglo IX. «Durante todo este tiempo traté de demostrar que esa Biblia se sitúa en torno al 812, coincidente con el Concilio de Oviedo», señala el investigador italiano, quien alimenta la hipótesis de que «el códice fue realizado para que presidiera el Concilio en el templo ovetense». Así que la «Biblia de Danila» sería, por así decirlo, el libro oficial del Primer Concilio.

Junto a Paolo Cherubini y Alfonso García Leal, firma el estudio José Antonio Valdés Gallego, también de la Universidad de Oviedo. La edición corrió a cargo de la editorial Gran Enciclopedia Asturiana (GEA). Al inolvidable Silverio Cañada le hubiera apasionado el proyecto.

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